EL FALSO GALY GALIANO

EL FALSO GALY GALIANO

Por JESÚS VIDES

Las primeras giras de Galy Galiano las hicimos a mediados de los años 80, con nuestros propios recursos. Durante casi cinco años recorrimos prácticamente todo el país, desde La Guajira hasta el Putumayo. Las aventuras de estos dos jóvenes, y otros que entraban y salían del grupo, darían para escribir un libro, sucedían cosas extraordinarias como la que nos pasó en Málaga, Santander.

Este bello municipio empotrado en las más hermosas montañas de Colombia, fue escogido por nosotros para organizar un concierto. Casi siempre ante la escases de coliseos por esa época los sitios adecuados eran los teatrinos de los colegios de monjas. Fuimos al colegio Nuestra Señora del Rosario a la hora de descanso y a pesar de que Galy estaba en los inicios de su carrera, las estudiantes lo reconocieron y se formó un zambapalo en el patio interior tan tremendo que tocaron el timbre para llamar al orden, eso ocasionó que saliera la Madre Superiora, una alta, delgada y adusta religiosa que nos miró con extrema desconfianza.

  • ¿Qué está pasando aquí? ¿Quiénes son ustedes? -Gritó la directora.
  • Yo soy cantante, me llamo Galy Galiano, queremos hacer una presentación aquí en Málaga, en el teatro del colegio, este es mi disco.
  • Nosotras no escuchamos música, así que no conozco muchos cantantes y mucho menos los nuevos. ¡Salgan de mi colegio! -Respondió con furia la monja.
  • Madre, escúchenos, al colegio le servirían esos recursos, sin invertir un solo peso se ganarían el 10% del valor de las entradas -Intervine yo
  • ¡El 20 % y los atiendo en mi oficina!

Aceptamos las condiciones y en los siguientes días empezamos con nuestro propio perifoneo, afiches, volantes, carteles y cuñas radiales en la pequeña emisora, inundamos rápidamente el pueblo con propaganda: ¡GALY GALIANO POR PRIMERA VEZ EN MÁLAGA, SANTANDER! ¡PRÓXIMO SÁBADO!

Hubo una conmoción en la ciudadanía, puesto que por esa época casi ningún artista iba a los municipios pequeños, los alcaldes no patrocinaban las fiestas, por lo tanto era muy difícil contratar cantantes famosos. Nos pusimos felices porque el pueblo parecía de fiesta ante el evento, todo presagiaba un éxito rotundo. Estábamos hospedados en un pequeño hotel donde manteníamos a Galy semiescondido para mostrarlo uno o dos días antes del concierto, la boletería se empezó a vender como pan caliente, en todas las esquinas se hablaba de un espectáculo que pocas veces antes se había visto. Lo repito: los famosos solo iban a las capitales y a una que otra ciudad intermedia.

Algo extraño empezó a ocurrir el día jueves. Se empezaron a asomar curiosos en el lobby del hotel, fisgoneando, algunos con discos en las manos, reparando la fotografía, como averiguando algo, con miradas inquisidoras y gestos de desaprobación. No entendíamos que pasaba, hasta que escuché a un parroquiano gritar:

  • ¡Ese es un falso Galy Galiano, un émulo, ¿ustedes creen que un artista tan importante va a venir a un pueblo tan apartado como este?, nos van a estafar!
  • ¡Llamemos a la policía! -Vociferó una señora.
  • ¡Nos quieren robar, que me devuelvan la plata! -Gritó un muchacho con una piedra en la mano.

El tumulto empezó a crecer de manera tan desbordada que el vigilante del hotel no tuvo más remedio que cerrar la puerta, pero a través del vidrio se podían ver los deseos de linchamiento de algunos, vi a alguien blandir un bate de béisbol, otro una varilla. La cosa se puso negra. Estábamos asustados, éramos muy jóvenes y nunca habíamos vivido una situación semejante. No sabíamos que hacer. Era un problema grave. Pensé en mi papá, si él estuviera aquí solucionaría este problemón, él solucionaba todo. Una época en que solo había dos canales de televisión que emitían unas horas al día, con muy pocos programas musicales, la gente no tenía forma de conocer bien a los artistas, solo por medio de las carátulas de los discos, de remate el primer disco de Galy no salió con una fotografía clara, sino una especie de pintura, en el segundo su foto tampoco era muy buena.

El administrador del hotel estaba muy preocupado y nos explicó que por cuestiones de presupuesto en el pasado siempre llevaban imitadores de cantantes, émulos, dobles, casi nunca a los verdaderos, pero que esta vez nosotros estábamos ofreciendo a un cantante original y la gente no nos creía.

  • ¿Usted si es Galy Galiano? La gente aquí es jodida, estamos en Santander. Esto puede terminar muy mal. Creo que debo llamar a la policía.
  • Lo que usted diga -Balbuceó un pálido y nervioso Galy.

Veinte minutos más tarde llegó una pequeña patrulla con tres policías.

  • ¡¿Dónde está el supuesto artista? Debe acompañarnos a la estación, es una orden de nuestro comandante!

Quedamos estupefactos y más nerviosos, no sabíamos si nos iban a proteger o nos iban a detener, estábamos en un lejano pueblo, en unas lejanas montañas de Colombia, lejos de la familia, lejos de los amigos, lejos de todo y de todos, en una época en que no había celulares ni internet y no había manera de comunicarnos con nadie. Allí no conocíamos a nadie.

Salimos en medio de la multitud, que nos gritaba improperios y amenazas de todo tipo.

  • ¡Falso Galy Galiano!
  • ¡Estafadores! ¡Bandidos!
  • ¡Nosotros no somos bobos, Galy Galiano es mexicano!
  • ¡Yo conozco al verdadero Galy; ese es un émulo, el verdadero es más alto!
  • ¡Galy Galiano es más moreno, este es muy blanco!
  • ¡Ladrones!

En medio de la incertidumbre agradecimos que la policía nos llevara escoltados, creo que preferíamos estar presos, porque estaríamos a salvo, ya que el pueblo estaba enardecido. Salimos en medio de insultos, golpes, empellones y empujones hacia el cuartel, seguidos por la multitud.

Nos recibió un teniente, bravo, flaco, de corte pulido, que con voz de megáfono, nos dijo:

  • ¡Usted tiene que demostrar que es el tal Galy Galiano!
  • Claro… comandante. -Susurró Galy, con voz casi inaudible por el terror.

Seguidamente buscó su cédula de ciudadanía y se la mostró al oficial.

  • ¡Aquí dice Carmelo Galiano Cotes! ¡Usted no es Galy Galiano! ¡Enciérrenlo!

Parecía que nos hubieran dado una bofetada, nos cayó un balde agua fría, claro, no habíamos caído en cuenta de que Galy Galiano es un nombre artístico como el que utilizan muchos cantantes, su verdadero nombre es Carmelo. ¿Cómo hacerle entender al férreo jefe de policía semejante asunto?

  • ¡Mínimo se me queda encerrado 72 horas, por suplantación, más tarde salgo para Bucaramanga y regreso el lunes en la mañana, así que no hay más nada que hablar! ¡Asunto concluido!

Saqué el disco más reciente de Galy y se lo mostré al comandante. Él lo miró detenidamente y dijo:

  • ¡Un diablo se parece a otro diablo! ¡Esta no es ninguna prueba contundente que acredite la identidad del sujeto!

En un último intento desesperado le propusimos al iracundo teniente la idea de que Galy le cantara algunas canciones y de esta manera se pudiera comprobar que era el verdadero y real cantante.

  • ¡Cante a ver pues! -Rio el comandante, acomodándose en su sillón.
  • “La vi por última vez aquella tarde….”, “No creo en tu amor, no creo en tus caricias…”, “A donde vayas yo te pido me recuerdes….” -Cantó Galy y pareció gustarle al policía.
  • Jefe, tenga cuidado que los dobles e imitadores cantan igualito, así que creo que este es más falso que una moneda de cuero -Aconsejó el subcomandante, un policía bajito y barrigón de apellido Cipagauta.
  • ¡No se diga más, encarcele al individuo! ¡Esto lo solucionaremos a mi regreso, la próxima semana! ¡Creo que de pronto el lunes lo meta preso a usted también por cómplice, ya veremos! -Me señaló con la boca el oficial.

Al ver como se llevaban a Galy para el calabozo, sentí que nos llegaba el fin del mundo, a pesar de que era una presentación con pistas la boletería estaba vendida en su totalidad, pero ya había gente pidiendo la devolución de su dinero, le debíamos al hotel, a la emisora, a algunos colaboradores que nos habían fiado carteles, pasacalles, volantes, etc. Un callejón sin salida puesto que ante la inminente partida del comandante, Galy no se podría presentar el día sábado. Vislumbrábamos una catástrofe total. Teníamos la soga al cuello.

¿Qué haríamos? ¿Cómo solucionaríamos semejante lío? No tenía la menor idea, me fui a un rincón del patio, a orar, pidiéndole a nuestro Dios Padre Celestial que nos ayudara, recé todos los rezos, cientos de Padres Nuestros, cientos de Dios te salve María llena eres de gracia, cientos de Ave Marías, de Yo Pecador me confieso, inventaba nuevos rezos, lamenté no haberle hecho caso a mi mamá cuando me decía que me aprendiera las oraciones, no me las sabía bien y las trastocaba, pero tenía fe que al Señor del cielo no le importaría que no me las supiera al pie de la letra, así que oraba y oraba con lágrimas en los ojos por el miedo y la impotencia, ante la mirada impasible de los policías que me aconsejaron no salir hasta que la muchedumbre se fuera dispersando.

Más o menos una hora después, Galy con las manos en los barrotes de la celda y con voz temblorosa me dijo:

  • Jesu, Jesu, habla con la Madre Superiora, creo que ella nos puede ayudar.

Salí disparado en compañía de un policía rumbo al colegio con la esperanza depositada en la religiosa.

  • ¡Usted  está  jugando con el prestigio del colegio, aquí me aconsejan que cancele el espectáculo porque nos podrían demandar! ¡Yo no conozco a ningún artista, así que no cuente conmigo! ¡Salga inmediatamente! -Fue la respuesta tajante de la directora.

Se me nublaron los sentidos, me dio dolor de estómago, el vómito era inminente, mi vejiga estaba a punto de reventar por el pánico, me sentí cómo el náufrago que ya no le quedan fuerzas y no tiene salvavidas. Todo estaba perdido. Teníamos que devolver todo el dinero, que todavía no estaba en nuestras manos sino en las dos tiendas de discos del pueblo que era donde se vendía la boletería y había una gran preocupación por las amenazas. No teníamos un peso. Estábamos en medio de la nada. Me sentí en el fin del mundo.

A punto de salir de la rectoría, me iluminé y me devolví hacía la severa rectora y le supliqué:

  • Madre ya la totalidad de las boletas estan vendidas. ¿Qué le parece el 30%?
  • ¡El 40! ¡Y ya mismo voy a hablar con el comandante! -Contestó sonriente la monja.

Volví a llorar, pero esta vez de alegría, sentí unos deseos inmensos de arrodillarme a los pies de la directora, pero no hubo tiempo y salimos casi trotando para el puesto de policía.

En el portón de la estación ya iba saliendo la camioneta del teniente, que se detuvo al ver llegar a la Madre Superiora, con una afable sonrisa y con otro tipo de voz, la saludó:

  • Reverendísima, qué agradable sorpresa. ¿A qué se debe el honor?

Entramos al despacho en medio de la amabilidad de los policías, la Madre se dirigió con seguridad al comandante:

  • Mira Juan David, si mis niñas se alborotaron por ese muchacho es porque si es Galy Galiano, ni tú ni yo sabemos de eso, pero ellas si saben, no creo que se me haya paralizado el colegio por la llegada de cualquier pelagato. Nunca mi colegio había estado tan alegre como ahora, así que déjate de impertinencias y deja libre a ese joven. ¡Yo respondo! ¡Te doy mi palabra!
  • ¡Usted manda mi Generala! ¡A ver González, ya oyó, suelte a Galiano! ¡Muévase, Arrr!
  • ¡Como ordene mi teniente! –Corrió González.

Saltamos de la alegría, le besamos las manos a la hermana religiosa, abrazamos a los policías, el teniente nos pidió un cassette para ir escuchando en el camino. Ya una nueva multitud con las estudiantes del colegio estaban en la calle gritando, “¡GALY, GALY, GALY!”

La presentación fue todo un éxito, se quedó gente por fuera, una locura total, el colegio recibió unos buenos y merecidos ingresos, el pueblo quedó agradecido por la visita del artista y nosotros partimos para más nunca volver.

Jesús Vides

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