¡HAY TOBA ZULETA PARA RATO!

¡HAY TOBA ZULETA PARA RATO!

Compadre TOBA;

Ayer casi a media noche cuando hablé con tu esposa María Andrea y me pidió que me comunicara con la gente de ACINPRO para adelantar los trámites de tu funeral, porque tu partida era inminente, llorando le dije:

¿Tú sabes lo que me estas pidiendo? Se trata de TOBA. ¡No puede ser posible que estemos hablando de él! ¡Por Dios!

Le pedí disculpas porque el que debía estar fuerte era yo dándole consuelo y estaba vuelto un mar de lagrimas. Qué pena Mary…

Luego llamé al Directivo de ACINPRO, mi amigo Edgard Viloria, y me comunicó que estuviera tranquilo que todo estaba bajo control.

La cuestión me parecía irreal, un sueño, otra dimensión… No podía estar hablando del funeral de mi amigo, mi hermano, mi colega, TOBA ZULETA.

Grabamos tanta música juntos, fueron horas y horas, escogiendo canciones, montándolas, haciendo arreglos, buscándole tonos, cortando y agregando coros, escogiendo músicos, que si el Bajo con El Papa Pastor, o que Carlos Huertas, o que Marlon Gutiérrez, etc., etc., en fin que Jairo Serrano si o que Jairo no porque ya estaba muy caro. Que Alvaro Mesa esto, que Juan Carlos Ovalle aquello, que ahora es con Emiliano Zuleta, que es mi primo hermano, que ahora con Iván Zuleta, que va una canción de Chiche Maestre, que otra de Emiliano, que de Omar Geles sí, que de Iván Ovalle no y mil etcéteras más… Fueron tantos años desde aquel lejano y afortunado día en que nos presentó el periodista amigo Ramón Soto. ¡Gracias, Ramón!

Fueron miles de horas, de espacios, de grabaciones, de risas, de almuerzos, de ensayos, que no me alcanzaría el tiempo para contar. Lo que sí puedo decir es que lo disfruté y crecí mucho siendo tu Productor Musical, dirigiendo muchos de tus discos, alegrándome como nadie con tu nominación al GRAMMY LATINO al lado de EMILIANO ZULETA. Todavía me siento orgulloso con ese logro.

Creo que la música y sobre todo el Vallenato te quedó debiendo, considero de manera parcializada que has sido uno de los mejores cantantes de Vallenato Tradicional en Colombia con una garganta prodigiosa, con un carisma impresionante, que cuando llegabas a un sitio tu potente voz se oía una cuadra a la redonda, como cuando llegabas a mi casa en un primer piso y al siguiente día mi vecina del cuarto piso me decía:

– Por aquí estuvo su amigo TOBA, ¿cierto?

Gracias mi hermano querido por tu amistad, tu hermandad, tu alegría y tu amor por la música. Por escogerme como tu Productor Musical. Fue un privilegio.

Hace unos días me dijiste:

-¡Hay TOBA ZULETA para rato!

Así es mi hermano, porque tu musica, tu sencillez, tu carisma, tu alegría brillaran eternamente en nuestros corazones… Tienes razón mi hermano…

¡HAY TOBA ZULETA PARA RATO!

Por JESÚS VIDES

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CESAR «EL CHECHA» ORTÍZ, EL COMPOSITOR PIONERO DE LA JAGUA DE IBIRICO

Hoy hago un RECONOCIMIENTO y HOMENAJE al pionero de los Autores y Compositores de La JAGUA DE IBIRICO.
El Dr. CÉSAR ORTÍZ DE ARMAS “EL CHECHA”, quien con su canción “GOLONDRINA VIAJERA” grabada en 1.980 por ALFREDO BAÑÑOZ y ENRIQUE MENDOZA, se convirtió en EL PRIMER JAGÜERO AL QUE LE GRABARON UNA CANCIÓN.
(Además ése es el Único álbum Vallenato en la historia donde GALY GALIANO Grabó BAJOS y GUITARRAS).

Eminente y prestigioso abogado, residente en Arauca, “CHECHA” ORTÍZ, fue mi inspiración cuando en el 80 yo estudiaba mi bachillerato en Bogotá y hacía mis primeros pinitos como Autor y Compositor. Fue un orgullo para mí tener ese disco en mis manos.

CÉSAR “EL CHECHA” ORTÍZ es un Autor y Compositor fuera de serie, quien además de ser hermano de Farid Ortíz, fue también Juez de la República, alcalde de Chiriguaná y es un brillante jurista.

“CHECHA” siempre ha conservado un perfil bajo y nunca alardea de sus talentos como Compositor, Cantante, Abogado y Escritor. Pero su mayor virtud es que es un Ser humano excepcional que nos alegra la vida cada que nos encontramos con su bondad, humildad y nobleza.

Tuve la fortuna de ser su Productor Musical hace unos años grabando un maravilloso álbum con solo canciones de su autoría, siendo para mí una de mis mayores satisfacciones.

“Fuiste y serás siempre el primero compadre “CHECHA”, ese es un galardón que no te lo quita nadie. Gracias por haber sido mi guía como Autor y Compositor para dedicarme por completo a esta profesión que me ha dado tantas alegrías a mí y a mi familia”.

(JESÚS VIDES)

(Aquí pueden escuchar la canción)

REQUIESCAT IN PACEM AMADO RÍO SORORIA por JESÚS VIDES

POR: JESÚS VIDES

– Nos vemos mañana a las 8 de la mañana en el callejón del potrero de Paulita Cuadro – Nos indicó Luis José al terminar nuestra reunión secreta en un rincón de la Plaza Vieja.

La idea era que la pequeña pandilla conformada por Luis José Peralta, Germán Ditta, Raulito Molina, mi hermano mayor Ángel “Anastas” Vides y yo, a mis escasos 12 añitos, emprendiéramos una aventura en el río Sororia. Yo era el pequeñín del grupo, pero ninguno había cumplido los 16. Éramos unos niños.

A la mañana siguiente sigilosamente nos escabullimos por entre la maleza del callejón rumbo a la polvorienta carretera directo al río hasta el puente. Ya los líderes del grupo tenían un plan. Era adentrarnos a una de las fincas aledañas donde cultivaban plátano. Ya allí en medio de la platanera, Raulito sacó un pequeño machete y empezamos a cortar unas veinte matas de plátano. Solo nos interesaban los tallos de las matas, les quitamos las hojas. Fuimos sigilosamente arrastrándolos hasta la orilla del río. Una vez allí empezamos a construir unas balsas, atravesando unas delgadas varas que las unieran en los extremos y asegurándolas, amarrándolas con los bejucos que había por cantidades, la idea era subirnos acostados en las balsas, con la cabeza erguida, nuestros brazos como remos y arrancar nuestra aventura desde el puente hasta donde nos llevara el destino.

El río Sororia era el más caudaloso de la región, cristalino, torrentoso, profundo, ancho y poderoso.

Al lado y lado de la ribera había una selva con todo tipo de árboles gigantescos y prácticamente los rayos del sol no penetraban a la cuenca. Cuando ya estaban listas las balsas, Germán Ditta dio la instrucción:

– ¡Abracen duro esas balsas, no se vayan a soltar por nada del mundo pase lo que pase!

– ¡Este río es muy peligroso! -gritó Anastas.

Nos acostamos en las balsas y en fila india nos fuimos río abajo iniciando el recorrido, Luis José, Germán, Raulito, Ángel y yo cerrando.

El poderoso río nos arrastró con una fuerza enorme y rápidamente nos hizo estrellar contra “La Pared“, un pozo profundo donde había una pared inmensa que recibía de frente el río formando unas olas de más de dos metros.

– ¡Agárrate duro! -alcancé a escuchar en medio del ruido del torrente la indicación de mi hermano Anastas.

El remolino en La Pared era tan fuerte que nos llevó a todos hacía el fondo, pero la flotabilidad de los benditos bagazos de los plátanos nos permitió salir a flote unos metros más adelante, todos tosiendo y atragantados de agua.

– ¡La vaina esta buena, jajaja! – río Raulito.

El poderosísimo y profundo río nos siguió arrastrando curva tras curva en un tremendo fragor, nosotros utilizábamos los brazos para no quedarnos atrapados en las grandes raíces de los portentosos árboles de las orillas, algunos hacían unas inmensas cuevas en sus raíces que eran aprovechadas por los pescadores. Ya el recorrido me parecía interminable, yo era un niño. El paisaje al lado y lado del río era fantástico, era un río atravesando una tupida selva de árboles gigantes, con una naturaleza diversa y colorida. Pude ver unos venados en la orilla.

– ¡Ya viene la desembocadura del Santa Cruz! – Gritó fuerte Luis José Peralta.

– ¡Atésense!- Exclamó burlonamente y con algo de susto Germán Ditta.

El impacto del choque de los dos ríos produjo un nuevo remolino que nos volvió a llevar al fondo, que nos hizo tragar agua, que nos llevó a temer lo peor, que me hizo sentir que esos segundos eran interminables, pero igual volvimos a salir a flote gritando, hijueputeando, tosiendo y al final celebrando un triunfo con grandes carcajadas.

Al recibir las aguas del Santa Cruz, el Sororia ya era más ancho, más fuerte, más caudaloso, más profundo y nos arrastraba a mayor velocidad. En el trayecto nos encontrábamos con todo tipo de obstáculos, me estrellaba con gigantescas rocas, troncos de árboles caídos que el mismo río arrastraba, pero la fuerza de la corriente era tal que las balsas siempre sobrevivían. Seguimos la interminable y serpenteante travesía, curva tras curva, rápidos tras rápidos, ya extenuados por el constante bracear, eludiendo todo tipo de cosas, luchando para no enredarnos en las orillas, atrapados en el fuerte rugir del caudal, es un sonido difícil de describir, es la naturaleza hablando, el río diciendo presente, el trayecto parecía no tener final.

Un larguísimo tiempo después alguien gritó fuerte:

– ¡Ya viene la prueba final, viene el Tucuy! ¡No se vayan a soltar ni por el hijueputa!- .

Sentí uno de los miedos más grandes en mi vida, no quería seguir en la balsa, pero me gobernaba este río ancho y poderoso, el más caudaloso de la región y mis pequeños brazos no gobernaban la balsa, mandaba el río. Vi la cara de preocupación de mi hermano ante el impacto que se avecinaba. Era el encuentro de dos grandiosos ríos, todos estábamos asustados y llenos de incertidumbre, no sabíamos que podía pasar. Estábamos arriesgando nuestras vidas, la muerte podía ser inminente, un impacto en la cabeza con una piedra gigantesca o con un tronco podría hacernos perder el sentido y ahogarnos. La fatalidad estaba cerca. La ingenuidad, la inocencia, el atrevimiento aventurero de estos niños hacía que fuéramos camino a la tragedia.

Jamás he vuelto a experimentar lo que viví en el explosivo encuentro de esos dos ríos, el Sororia y el Tucuy, que se disputaban la supremacía. El impacto fue tan brutal y las olas tan gigantescas, que las calculo entre cuatro y cinco metros, tanto que mi balsa se elevó y mi cabeza golpeó las ramas de los árboles producto del choque explosivo de las dos corrientes. Iba aferrado a la vida, agarrado como nunca a las matas de plátano, con los ojos cerrados, de regreso al remolino más infernal que pude haber vivido. Otra vez al fondo interminable girando en todas las direcciones, tragando agua, respirando agua, sintiendo que se me escapaba la vida sin encontrar el aire vital de ninguna forma. En esos interminables segundos me arrepentí de mi aventura. Mi mente se quedó en blanco y oscura, era el final. Pero la fuerza de la corriente ya era doblemente poderosa, ya era un río doblemente ancho, doblemente caudaloso y por consiguiente me expulsó con violencia unos cien metros adelante estrellándome contra la margen derecha con la balsa hecha pedazos solo quedándome el salvavidas de un solo tallo, del que no quería soltarme aún minutos después de estar en la orilla llorando. Solo abrí mis ojos al sentir el abrazo de mi hermano que acudió a mi rescate atravesando el río, ya que todos estaban en la margen izquierda que era el camino de regreso. Las características de este nuevo río era tan inmensas que para un niño como yo era imposible cruzarlo. Me colgué en la espalda de mi hermano y él me llevó al otro lado dejándose llevar por la corriente en diagonal río abajo.

Nos quedamos un largo rato tirados en la playa del río recuperando las fuerzas, tomando aliento para emprender el camino de regreso. Era la primera vez que hacía ese trayecto. Con el machete Luis José iba abriendo paso entre la espesa manigua, era una selva con grandiosos árboles de todo tipo. Pude contemplar micos tití, monos aulladores, guacamayas de diversos colores, cientos de loros y pericos que hacían un ruido ensordecedor, azulejos, pájaros carpinteros, cacatúas, pericas ligeras, en fin era un concierto de animales silvestres en medio de los robles, jobos, algarrobos, ceibas, caracolíes, guásimos, cañandongas y árboles frutales de todo tipo. Calmamos el hambre atroz comiendo guayabas, ciruelas, mangos de toda clase y cuanta fruta encontrábamos. Esa fue la primera y última vez que pude ver un zaíno que se nos atravesó veloz en el camino. También vimos un armadillo y una silenciosa y gigantesca boa trepada en la rama de un árbol. Nos aterramos y corrimos despavoridos. Creo que nos sentimos aliviados al llegar nuevamente al pueblo horas después.

Ya en casa al verme mi papá los ojos rojos, la piel tostada por el sol, me agarró una mano y con la uña de su dedo índice trazó una raya blanca en mi brazo por lo mojoso que estaba. Me jaló duro de la oreja y me dio un regaño:

– ¡Le he dicho que no se vaya para el río sin permiso! Siempre buscando la mala hora carajo. ¡Los voy a joder a ti y al vergajo de tu hermano!-

Por esas épocas al Sororia lo llamaban “El Tumba Puentes”, porque en cada creciente su ferocidad era tal que tumbaba el puente. Ya los viajeros estaban acostumbrados a que en La Jagua no había puente porque el río lo tumbaba. Nos acostumbramos a tener los llamados puentes militares.

Meses después estábamos la muchachada jugando un partido de fútbol en la cancha de unos de los solares de mi tío Manlio Ríos, cuando el fragor del partido fue interrumpido por la entrada abrupta de unos camiones a un potrero de mi tío en la parte posterior.

Todos salimos corriendo a mirar que pasaba.

– ¡Llegó el Aserrío! – Gritó un vecino.

Asomados en el potrero pudimos ver como una numerosa cuadrilla de trabajadores con palas, picos y azadones, comenzaron a clavar postes, tablas, láminas de zinc y en lo que demoró la tarde ya habían construido una pequeña casa de madera. Todo el barrio estaba asomado. La Jagua de Ibirico (Cesar) era un corregimiento muy pobre y un pequeñísimo pueblo, por lo tanto la llegada de unos forasteros era todo un acontecimiento. Era la llegada del progreso.

Regresamos al siguiente día y ya habían instaladas varias mesas de trabajo con afiladas cuchillas circulares, todo tipo de herramientas y máquinas para cortar madera y hasta ya había un nombre en el portón: “ASERRADERO BARRANQUILLA”.

Al pasar los días, los camiones, uno tras otro llegaban repletos con unos grandes troncos que inmediatamente eran descargados y pasaban por las aserradoras para convertirlos en grandes tablas. El camión descargado pasaba a una fila donde era cargado de tablas hasta el techo e inmediatamente partía con rumbo desconocido. El trajinar no paraba, camiones entraban y salían, trayendo troncos y saliendo cargados de tablas. Estábamos intrigados porque no sabíamos ni de dónde venían los camiones ni para donde iban. La cantidad de tablas de maderas en el potrerón parecía infinita y a pesar de estar cuidadosamente ordenadas prácticamente ya no había espacio a pesar de lo inmenso del lugar que les había arrendado mi tío.

Era una época en que la palabra Medio Ambiente nunca se había escuchado, tampoco Cambio Climático, Preservación de la Naturaleza, ni nada por el estilo. Por lo tanto para los Inspectores de Policía la llegada de un aserrío o aserradero era algo muy beneficioso para el pueblo.

Tres meses después en un paseo de olla con la familia y algunos vecinos en los alrededores del puente del Sororia y a la sombra de un gigantesco Caracolí tal vez con más de treinta metros de altura y con un grosor tan tremendo que los niños hacíamos cadenas con los brazos y no alcanzábamos abrazarlo totalmente. Había tantos árboles gigantescos al lado y lado de la ribera, que el sol no penetraba en el río, el agua era fría, refrescaba de una manera impresionante, los niños titiritábamos, todo estaba lleno de sombra, cantos de aves desconocidas, micos que saltaban de una rama a otra. Nunca escuché ni he vuelto a escuchar tantos pájaros cantando al mismo tiempo.

En el paseo lo único que traía la familia para el almuerzo era el bastimento, porque el pescado era proveído por el río. Algún primo o un vecino experto pescador, con atarrayas o con caretas y lanzas puntiagudas pescaban lo suficiente para comer y hasta para llevar a la casa y repartir entre los vecinos: bocachicos, bagres, coroncoros, barbús, moncholos, etc.

Estábamos jugando “La lleva” en uno de los grandiosos pozos, cuando de repente llegaron los camiones del “ASERRADERO BARRANQUILLA”. Inmediatamente un policía nos pidió que nos alejáramos del lugar, las familias asistentes a los diferentes paseos no tuvieron más que remedio que apartarse hasta donde indicó el dueño del Aserradero. Encendieron una pequeña planta a la cual conectaron dos enormes sierras eléctricas, cada una operada por dos persona y enfilaron baterías contra el árbol más gigante, el rey del río, el padre de la selva, el Caracolí más grande que han visto mis ojos.

Todos nos quedamos en un limbo, solo observando como las sierras asesinas iban penetrando lentamente el tronco que parecía infinito, que parecía imbatible, que parecía inmortal, pero que por más imponente que fuera empezaba a perder la batalla contra las manos del ser humano. Comimos al finalizar la tarde escuchando a los lejos el incesante ruido de las sierras eléctricas, cuando de pronto se escuchó un estruendo como si fuera una explosión, la tierra tembló, cientos de animales y aves huyeron despavoridos, el río se volvió turbio por la caída del gigante.

El rey había perdido la batalla, no hubo una mano amiga que lo defendiera. Nos quedamos mudos, miramos hacia el cielo y nos dio la sensación como si a nuestra casa le hubiesen quitado el techo. Ya no estaba la inmensa sombra que nos cobijaba. A mi lado mi pequeño vecino mucho menor que yo, Jimmy Rodado estaba llorando. Le pregunté:

– ¿Por qué lloras Jimmy?

– No lo sé, me duele el pecho- me respondió Jimmy bañado en lagrimas.

Todos, principalmente los niños sentíamos un desamparo desgarrador, como si nos hubieran quitado la protección, había una nostalgia, una tristeza, una derrota inexplicable, desconocida para nosotros. Como si se hubiera muerto un ser querido y la verdad es que si, había muerto un silencioso ser querido.

Las cuadrillas de trabajadores se abalanzaron como aves de rapiña sobre las ramas del papá de los árboles, con sus sierras eléctricas y manuales además de los machetes, fueron reduciendo rápidamente el grandioso árbol a troncos de todo tamaño, llenando los camiones y huyendo despavoridos como si fueran unos ladrones. Ahí me di cuenta de dónde venían los camiones. Nunca supe para donde se iban.

Cuando regresamos al río un mes después ya solo habían árboles medianos, ya no habían árboles gigantes ya el sol pegaba directamente al río, ya cada vez era más difícil encontrar sombra para poner el fogón.

Dos años después vimos la cuadrilla de trabajadores del Aserrío desarmando la casa de madera, las mesas de trabajo, empacando sus sierras y herramientas, llevándose hasta la última puntilla en sus camiones. El daño ya estaba hecho. Se fueron como Pedro por su casa.

Dos años después ya no quedaba en la ribera del río ningún árbol, ni grande, ni mediano, ni pequeño, ya era un peladero ya el agua no era fresca, ya el sol pegaba de frente sobre la corriente y se empezaba a sentir tibia. Empezó a morir Sororia. Fue su primera y más certera puñalada. Siguieron llegando otros Aserraderos que iban y venían y se instalaban en diferentes puntos del pequeño pueblo, iban lentamente comiéndose las riberas río arriba y río abajo. No dejaron ni un árbol de ningún tamaño, se acabó la selva, se acabó la manigua desaparecieron las guartinajas, las dantas, las innumerables aves, no quedaron ni las culebras. Los Aserraderos fueron los primeros asesinos del Sororia.

Al mismo tiempo, se le estaban sumando los implacables cultivadores de todo tipo, principalmente de arroz, cercenando el río con sus acequias hacia sus fincas, disminuyendo el cauce de manera indiscriminada, los constructores sacando toneladas de balastro y arena sin ningún control, las autoridades tomando del río el agua para un acueducto cada vez más grande y más sediento debido al crecimiento del pueblo y por último la minería sin control ambiental alguno le dio al río la estocada final.

40 años después, en una visita al pueblo, al pasar por el puente, me orillé porque mi curiosidad quiso que bajara al río. Ya era un hilillo de agua caliente, languideciente, agonizante, moribundo, que no me llegaba ni a las rodillas. Se me salieron las lágrimas y prometí no volver jamás. No soportaba ver así a mi amado río Sororia, con sus riberas llenas solo de malezas y arbustos.

Ahí recordé y comprendí por qué lloró el niño Jimmy Rodado, algo en su alma le dijo que no solo estaban matando al río, sino al planeta Tierra.

Descansa en paz, mi amado río SORORIA.

Posdata:

Un amigo no jagüero me dijo un día: -Oye, el río no volvió a tumbar el puente-

Le contesté: -Es que ya no hay río…

(JESÚS VIDES)

MACKALISTER SILVA, SUPERIOR.

MACKALISTER SILVA, SUPERIOR.

Por JESÚS VIDES.

Soy hincha fiel del Junior de Barranquilla. Pero hoy voy a hablar de David Mackalister Silva, jugador de Millonarios.
Este es uno de los tantos casos en la vida y sobre todo en el fútbol donde pareciera que no operó la justicia de los dioses del fútbol.

Como amante del fútbol, toda mi vida he creído desarrollar un olfato y una experiencia de tanto ver fútbol: ir a estadios, dirigir equipos aficionados, etc., por lo que de manera personal e individual voy a referirme a este jugador.

Mackalister es un jugador superior, lleno de magia, con una inteligencia múltiple en el terreno que le permite ser de verdad muy superior al resto de sus compañeros en el club Millonarios. Cuando desarrolla su fútbol creo notar su desespero e impotencia en el campo cuando no le comprenden las jugadas. Trato de ponerme en sus zapatos y me pongo a pensar por él: “Pero muévase mijo, el pase iba a ir ahí… “, “Te di un balón y me devolviste un ladrillo güevón…“, “¿Será que yo soy extraterrestre porque estos manes no me entienden?”. Yo sufro con él.

Lo veo jugar y siento que es demasiado grande para Millonarios e incluso para el fútbol colombiano. Está adelantado unos segundos más que los otros, va más rápido, está en otra dimensión. Su juego es exquisito, pero práctico, sencillo y brillante a la vez. Siempre mágico. Como lo dijo Cruyff. “El lujo es bueno cuando es productivo”. Ese es Macalister, productivo, impecable, extraordinario, casi nunca hace más de lo necesario. Además ejerce un liderazgo natural real que se siente en la cancha, producto de su carácter y su fútbol. Por eso es el Capitán. El verdadero líder.
Si no hubiera nacido en Colombia, sino en Argentina o Brasil habría jugado en los mejores equipos del mundo, porque esos países tienen marketing, prensa y representantes que saben vender. Él solo necesitaba haber jugado al lado de Busquet, Iniesta, Xavi, Zidane o Totti y se le reconocería como uno de los mejores del mundo, porque un genio necesita estar rodeado de genios para desplegar su máximo potencial.

Repito, soy fanático acérrimo de Junior, eso no se negocia. Pero veo los partidos de Millonarios única y exclusivamente para ver jugar a David Mackalister Silva, porque cuando juega el fútbol se viste de gala, se viste de frack y ahí estoy yo en primera fila.

Como hoy cuando al borde del área «Maca» hizo un pase al vacío, haciéndole un túnel al defensa rival y su compañero delantero no llegó porque no lo esperaba y no lo esperaba porque simplemente piensa un segundo más tarde. Como lo dijo Batistuta: «Para jugar con Maradona hay que pensar un segundo más rápido, porque Diego siempre va adelante».

¡Crack, un verdadero Crack!

Aquí viene mi otra reclamación, mi otra protesta.
¿Cómo es posible que lo hayan ignorado en la Selección Colombia?
En un equipo que en los últimos años, aparte de James Rodriguez, siempre ha tenido un medio campo sin exquisitez, con buenos jugadores, pero no geniales. ¿No podía Mackalister Silva habernos dado una mano tremenda, cuando el problema es que nuestros delanteros se mueren de hambre, de sed y de pena porque no les llega el balón filtrado ni inesperado que los deje mano a mano frente al arquero rival?

Siempre hemos tenido un genio, un verdadero Crack, un Superior, pero ni los dirigentes, ni los periodistas y muchos menos los técnicos de nuestra Selección les dio la gana de verlo o no lo entendieron, o no sé qué…

Estoy casi seguro de que su padre le puso ese nombre en honor al jugador argentino de Boca Juniors y de la selección Argentina Carlos Mac Allister y creánme que acertó, no fue David inferior a ese reto que le impusieron, para mi concepto lo superó con creces.

Bueno, Mackalister, gracias por tu despliegue, tu generosidad y entrega, tu sabiduría para jugar, tu talento excelso y esa genialidad sin par que cada día solo me llena de la más infinita gratitud para considerarte un futbolista SUPERIOR. El eterno Capitán. Un tocado de la divinidad. La historia tarde o temprano lo reconocerá.

¡¿LLEGÓ DIOMEDES?! Por JESÚS VIDES

¡¿LLEGÓ DIOMEDES?!

Por JESÚS VIDES

Una mañana de un día cualquiera a comienzos del 2005, en los Estudios de Grabación de GALY GALIANO en Bogotá, estaba como Productor Musical dirigiendo un disco, cuando me llama Galy a su oficina del 2do piso.

  • Jesu, necesito que le dejes a Martica la lista de todos los músicos y personas que están en tu grabación con su nombre completo y su número de cédula. También de los que sigas llamando…
  • ¿Y eso por qué Galy? ¿A qué se debe?
  • Mañana empieza la grabación del nuevo disco de DIOMEDES DÍAZ en este Estudio, la SONY se apodera de esto a partir de mañana y solo podrá entrar el que esté registrado. Mañana temprano ponen unos porteros. Es por motivos de seguridad. Ya llegué a un acuerdo con ellos.

Quedé helado por la noticia. ¡Diomedes, El Cacique! No puede ser posible. Diomedes llevaba mucho tiempo desaparecido de la escena debido a problemas judiciales, a enfermedades, incluso escondido huyendo y hasta detenido, en fin una serie de circunstancias que le habían impedido estar en tarima y se anhelaba más que nunca su regreso, su reaparición, por sus millones de seguidores y fanáticos, entre los cuales yo era uno de los primeros que ansiaba la llegada de ese momento. Se iba a grabar el disco que posteriormente se llamaría “DE NUEVO CON MI GENTE” al lado del acordeonero Franco Argüelles.

Había ido muchos años atrás a alguna presentación de Diomedes en Chiriguaná, en la caseta “Don Fede”, cuando él estaba con Colacho Mendoza. Recuerdo haber bailado “Zunilda”, “La vida cambia”, hasta casi las 7 de la mañana. Diomedes no paraba de cantar y parecía que no quería irse, no quería dejar de cantar. Eran otros tiempos, ahora era la estrella más grande de la música en Colombia. Pero no lo conocía de cerca.

Al día siguiente del aviso de Galy, llegó una delegación de Diomedes encabezada por su señora de entonces, Betsy Liliana y su manager Manuel Páez, a darle el visto bueno a las instalaciones. Aprobaron.

La gente de la producción de Diomedes me pidió que les cediera mi turno de la tarde, así que me pasé para la mañana hasta las 2 p.m. A ellos les gustaba grabar en la noche, parece que al Cacique le gustaba la madrugada.

La SONY puso dos porteros uniformados, bajitos, gorditos, de bigote, eran muy amables pero inflexibles, no cedían. Me dijeron que eran boyacenses. Pedían nombre y cédula a todo el que quería entrar.

  • “Soy el Doctor fulano de tal, Diomedes me nombra en sus discos, usted me debe conocer”
  • “Sí, sí, Dotorcito, usted es muy importante, voy a mirar la planilla”
  • “Qué vaina con estos porteros, se creen los dueños del edificio”
  • “Qué pena mi Dotor, me disculpa, no puede entrar, tiene que hablar con el señor don Diomedes”.

Así se quedaron en la puerta cientos de personas de todas las características, médicos, políticos, gente que buscaba un saludo en el disco, músicos, deportistas, periodistas, empresarios, émulos, oportunistas, funcionarios, importantes, no tan importantes, famosos, no famosos, fanáticas, fanáticos, en fin, nunca había presenciado en mi larga trayectoria como músico un despelote de esa magnitud.

Empezó la grabación, llegó la tropa de Diomedes, José Vásquez, Tito Castilla, More Ovalle, Giovanni Caraballo, el ingeniero de grabación Humberto Chaparro, Jesualdo Ustariz, Tico Rojano, Alfonso Orozco, el Productor Musical Alberto Nieto, y el Director Ejecutivo de la Sony Guillermo Mazorra, etc. También desfilaron músicos invitados como el talentoso pianista Aramis Cadena, quien siendo el Director Musical de la banda de Galy Galiano, Diomedes lo tomó prestado para más nunca devolverlo y se lo llevó para Valledupar, Roberto Cuao, Rafael Sandoval, Ramón Benítez y otros que se me escapan. En fin todas las leyendas de muchas de las grabaciones de Diomedes estaban allí. Iniciaron la grabación de las pistas con la voz de José Montenegro. Yo estaba feliz.

¡Esta era la oportunidad! ¡Iba a conocer al más grande! ¡A mi ídolo de la música vallenata! Empecé a ponerme nervioso, me sudaban las manos haciendo la lista. La noticia se regó como pólvora, porque al pedirle el número de identificación a los músicos y asistentes de mi Producción me tocó explicarles para qué era y por supuesto que todo se volvió un teléfono roto y media Bogotá musical se enteró de semejante notición. Todo el mundo quería que lo pusiera en la lista. Músicos y no músicos, para que los hiciera pasar por coristas, guacharaqueros, guitarristas, etc.

Empezó el maremágnum…

El primero que me llamó fue mi compadre Toba Zuleta:

  • Compadre Vides, póngame como corista en la Producción que está haciendo, quiero saludar y abrazar al Cacique. No me vaya a dejar por fuera.
  • Listo Toba, cuenta con eso.

Al dar ese paso no supe en el lío que me estaba metiendo. Abrí una Caja de Pandora…

Me empezó a timbrar el teléfono como nunca antes en mi vida. Me empezaron a llamar personas de las cuales no sabía hacía muchísimos años: primos, nuevos primos, viejos primos, viejos amigos, nuevos amigos insospechados, ex novias que no me habían vuelto a dirigir la palabra, excompañeros de bachillerato que no recordaba como se llamaban, encopetados funcionarios públicos y privados dediparaos ahora eran humildes de un momento a otro, ricachones que siempre me miraron por encima del hombro, parientes cercanos, parientes lejanos, familiares que no sabía que eran mi familia, gente que nunca me habló ahora me llamaba carñosamente, “compadre Jesu, días sin verlo, lo invito a almorzar…”, “compadre mío de mi alma, usted sabe cuanto lo quiero mi hermano…”, “mi hermano le tengo un regalo”, “mi hermanito, ¿cómo están Patricia, Luisa y Lorenita?”, etc., y mil etcéteras. Es la primera y única vez en mi vida que dejé de contestar el celular. Pero entonces empezaron a esperarme a la entrada del Estudio. Todo el mundo quería que lo registrara para ingresar.

Empezó el sufrimiento y el calvario para los ejecutivos de la Sony. El numeroso grupo de Diomedes estaba bajado con todo pago en un hotel cercano al Estudio de Galy que quedaba en la calle 85 con carrera 12 en el norte de Bogotá. Días después los músicos habían terminado todo pero no se podían ir hasta que Diomedes aprobara las pistas. El problema era que Diomedes no llegaba, el hotel facturaba, el Estudio facturaba, el cronómetro marcaba, el reloj corría, El Cacique no aparecía… Nada que hacer, llenarse de paciencia, los días pasaban y pasaban y nada, solo tocaba esperar….

Vi a Guillermo Mazorra Director artístico de la Casa Discográfica Sony asomarse en medio de la lluvia para ver si llegaba el artista, lo escuché hablando por teléfono:

  • ¡Jose, Jose, por favor Diomedes no me contesta hace varios días, ayúdame por favor!
  • Dame unos minutos, ya le aviso
  • ¡Dios mío este Cacique me va a matar!
  • Guillermo, al Cacique que lo llames en media hora, que ya prende el celular

1 hora después, 2 horas después, 1 día después, 2 días después, 3 días después…

  • ¡Jose, Jose, El Cacique no me contesta!
  • Ya le aviso Guillermo… Al Cacique que lo llames en 2 horas…

La verdad era muy angustiante ver al encopetado ejecutivo de la Disquera SONY casi arrodillado ante la impotencia de que el vendedor más grande en la historia de la música en Colombia, el que hacía que desde el Gerente hasta el Portero se volvieran empacadores de CDs los días antes del lanzamiento por que no daban abasto para empacar un millón de discos y no se podía caminar en ninguno de los pisos del edificio de la SONY porque solo habían cajas y cajas y cajas de discos de Diomedes que daban hasta el techo, el que uno de esos días a una de la artistas más grandes de Colombia le dijeron “Esta semana no te puede atender nadie” y ella preguntó “¿Por qué?” y uno de los empleados le contestó “Porque solo estamos empacando discos de Diomedes”, el que una vez otra cantante encopetada en los Estudios de la SONY, le ordenaron parar su grabación y furiosa preguntó “¿Qué está pasando?” “Es que viene a grabar Diomedes Díaz”, le respondieron, y más furiosa gritó “¡Voy a llamar al Presidente de la compañía!” y el empleado le respondió “La orden la dio el mismísimo Presidente” y la cantante se puso a llorar de la rabia, el que con sus ventas sostenía prácticamente a la compañía, ese llamado DIOMEDES DÍAZ “EL CACIQUE DE LA JUNTA”, ese, no aparece, con los plazos acortándose para el lanzamiento. El reloj corría implacable.

Un cantante que estaba por allí, al ver la situación de Mazorra, me dijo de manera malévola: “Me corre un fresquito”. Nunca entendí esa expresión.

Nada, nada de nada, “El Papá de los pollitos” no daba señales. Todo estaba paralizado. Todo parecía perdido.

Pasaban los días y todos estábamos a la expectativa, nos quedábamos al comienzo con algunos colados, falsos músicos y músicos de verdad, algunos de mi grabación y otros no de mi grabación a los cuales me tocó cederles por pena ante tanta rogativa, muchas veces hasta la madrugada porque, “¡Hoy si viene!”, “¡Confirmado!”, “Lo dijo fulanito que es su compadre del alma, que le puso cita aquí”, “Ruben Darío Araujo me dijo que hoy si”. Con el paso de los días nos fuimos enfriando, ya que nunca aparecía, nos sobresaltábamos cada que aparecían las camionetonas blancas y negras, pero casi siempre eran amigos y compadres de Diomedes a los que tampoco les llegaba. Cada cuanto había un alboroto y salíamos corriendo a asomarnos. Nada. Falsa alarma. Perdí la cuenta de las falsas alarmas. Cada día nos íbamos más temprano desilusionados.

El desfile de compositores famosos de la música vallenata era interminable, vi llegar a Fabián Corrales, a Iván Ovalle, extrañamente no le grabó en ese álbum a ninguno de los dos.

Me quedaba por los pasillos tropezándome con cualquiera de los músicos de Diomedes, que iban todos los días al Estudio a nada porque ya habían hecho su trabajo, solo que sin el visto bueno del Cacique no se podían ir, aproveché y hablé bastante con José Vásquez, la leyenda del bajo, quien con su calma y sonrisa me dijo. “En el momento menos pensado aparece, hay que estar atento, cuando llegue desbarata todo y nos toca grabar todo de nuevo, yo lo conozco. Él es el único que sabe lo que quiere”.

Pasaron días y días y más días, parecían interminables, larguísimos, agotadores, hasta que un día cualquiera…

  • ¡Vides, hoy viene El Cacique! me gritó Toba Zuleta
  • ¿Por qué dices eso?
  • ¿Estás viendo ese chiquitico que acaba de entrar con una botella de Whisky en la mano?
  • Sí. ¿El que está sentado en el corredor?
  • Si Vides, ese es el que contrató Diomedes para que le sirva el trago. Diomedón anda receloso por lo del problema judicial y no le recibe un trago a nadie, solo a ese man. Por eso lo contrató, solo para que le sirva el trago.

Me le acerqué al muchacho a indagarle algo pero solo sonrió y guardó un hermetismo total. No soltó prenda. Quedamos en las mismas, pero su mirada cómplice me confirmó sin querer que venía su jefe. Un sudor frío corrió por mi frente.

20 minutos después se oyó un estruendo como de un terremoto causado por unos camionetones que llegaron rodeando a una gigantesca camioneta Hammer negra más ancha que la calle que se cuadró en contravía en la puerta.

Alguien gritó afuera:

  • ¡LLEGÓ DIOMEDES!

Al ver como se bajaban unos mastodontes de seguridad apartando a todo el mundo en medio de un alboroto incontrolable con gritos de mujeres y fanáticos, me quedé paralizado y no supe qué hacer. El Estudio tenía una recepción donde se sentaba Martica, la asistente de Galy Galiano. El que entraba se estrellaba de frente con la recepción. Mi nervioso impulso fue decirle:

  • ¡Párate Martica, hoy el recepcionista soy yo!

Martica riéndose se hizo a un lado cediéndome su lugar. Estaba empapado, temblando. Por mis giras y grabaciones había conocido todo tipo de artistas, de todos los géneros, famosos y muy famosos, pero Diomedes era una persona que no te encuentras en el supermercado, ni en un parque, enigmático, con un magnetismo gigante, casi invisible, sus carros eran de vidrios negros, no te lo ibas a encontrar en un semáforo, ni comprando la leche, esa es la razón por la que me producía algo diferente, un imán, pero no solo a mi si no a millones de personas.

  • Siga, don Diomedes. Bienvenido- Dijo el portero

Lo vi. Se dirigió lentamente hacia mi. Era altísimo, más alto que todos, vestía de sudadera azul, gafas negras, cachucha azul. Con una envolvente sonrisa grande y blanca, no me dejó parar y me dio un abrazo y un beso en la cabeza diciéndome con su marcado acento guajiro:

  • Compadre mío de mi alma, mucho gusto verlo. ¿Cómo está la familia?

Me quedé mudo.

Siguió derecho por el pasillo inundando todo con su aroma de María Farina. Pensé: ¿Qué clase de tipo es este que sin conocerme me abraza y me besa la cabeza y me pregunta por mi familia? Solo un genio con un carisma y tal vez con un don divino hace eso. Definitivamente es un tipo excepcional. No tiene igual. Con razón es el número uno.

En el pasillo se encontró a Galy y lo cargó de un tirón:

  • ¡Galy es un honor para mi venir a grabar a tu casa. Eres un ejemplo para todos nosotros!
  • ¡Bienvenido Cacique!

(‘COMO DIOMEDES NO HAY OTRO

ESE NUNCA NACERÍA

Y SI NACE NO SE CRÍA

Y SI SE CRÍA SE VUELVE LOCO’)

JESÚS VIDES

A SILVESTRE HAY QUE QUERERLO, CUIDARLO Y PROTEGERLO

A SILVESTRE HAY QUE QUERERLO, CUIDARLO Y PROTEGERLO

Por JESÚS VIDES

SILVESTRE DANGOND, máximo ídolo vallenato del momento, anunció su retiro de los escenarios hace unos días. Una noticia impactante y alarmante para la industria musical.

Yo como músico y compositor que soy, sé lo que realmente significa eso.

Silvestre ha llevado la música vallenata ‘A otro nivel’: su puesta en escena, su producción en tarima no tiene nada que envidiarle a los más exitosos artistas internacionales y, para llegar allá, su montaje y producción tanto discográfica como en el escenario se volvió gigantesca, muy grande, tan grande como él. Nadie en el vallenato ha tenido ni tiene semejante producción en vivo. Su carisma también es impresionante.

Eso tiene una connotación y un impacto gigantesco en la industria musical colombiana. Son cientos de personas que literalmente se quedarán sin trabajo: productores, músicos, representantes, communitys managers, jefes de prensa, asesores, luminotécnicos, ingenieros de sonido en vivo, asistentes, choferes, utileros, guardias de seguridad, acomodadores, taquilleros, vendedores, diseñadores de todo tipo, ingenieros de grabación, etc. y cien etc. Cada uno tendrá un golpe directo.

Habrá también un impacto secundario a muchos que prestan servicios a estas personas. No me olvido de los empresarios ni de su casa discográfica, inclusive compositores a los que les cambió la vida sustancialmente al grabarles Silvestre.

¿Alguien ha pensado en las familias que recibirán el impacto directo? Sus compromisos, sus sueños, sus deudas, sus ilusiones; van a quedar literalmente en la calle. Creo que muy pocos pensamos en el futuro de toda esta gente. Estoy muy conmovido por ellos.

Respeto la decisión de Silvestre Dangond, es un ser humano, con sentimientos, emociones, errores, virtudes, defectos, bondades, alegrías, sufrimientos como cualquier mortal. Tal vez el agotamiento, el cansancio, la presión, el estrés, la vorágine de una carrera exitosa e imparable que parece que el límite es no tener límites lo llevó a tomar esa decisión tan drástica. Es posible también que quiera explorar otros caminos, otro destino.

Lo comprendo. Yo también hice parte de una banda musical en un momento muy exitoso y a veces solo quería quedarme quieto, dormir y dormir. Eran tantos taxis, aviones, buses, aeropuertos, hoteles, ciudades, pueblos a los que a veces les trocaba los nombres, gente que conocía en una parte y al siguiente día ya no recordaba sus nombres, casi nunca sabía el día de la semana. A veces me despertaba sobresaltado en algún lugar convencido que era otro, lejos de mi casa, de mi cama, de mi silla, de mi pocillo de café, de mi familia. Me volví un nómada, un trotamundos que al final no sabe cual es el final y que realmente como lo dijo Julio Iglesias en «Me olvidé de vivir», me estaba olvidando de vivir.

Creo que muchos colombianos hemos sido injustos con Silvestre. No hemos sido agradecidos de su labor, de su obra, de su trabajo profesional, impecable, lo digo porque en uno de sus últimos trabajos discográficos imploró: «más bien debes de aplaudirme y dejar que mi alma cante».

No es más que la súplica de un ser humano al que le critican casi todo e implacablemente le buscan errores por todo lado, en su comportamiento personal hasta de manera ridícula se ha atrevido a cuestionarle su virilidad, además en su música, que no canta vallenato, que fusiona cosas raras, lo cual es un despropósito, porque Silvestre te puede gustar o no, pero su música está muy bien hecha, no tiene objeción desde el punto de vista profesional porque sus discos son impecables. La parte positiva es que hay millones y millones que lo aman y superan por mucho, pero mucho, a sus detractores.

¡Basta ya! ¡Dejemos a Silvestre en paz!

Confieso que no soy ‘Silvestrista’, estoy matriculado como seguidor acérrimo de Diomedes Díaz, de Adaníes Díaz y de Rafael Orozco, pero respeto mucho lo que hace Silvestre Dangond. Lo valoro, lo admiro, lo felicito. Lo he visto de cerca en concierto, lo he detallado, su afinación, su interpretación, su inteligencia, su entrega, su profesionalismo, su magnetismo, sus músicos, sus productores, se ganó mi admiración y mi respeto. Es un excelente compositor y músico. En su debut como actor aparte del gran éxito que ha tenido, ha dejado las mejores sensaciones. Definitivamente es un artista integral, talentoso de verdad. Acepto que no soy el más bondadoso al respecto, pero…

«Al César lo que es del César», dijo Dios.

Me llama mucho la atención que es tal vez uno de los pocos artistas que a pesar de su éxito descomunal continúe con su mismo manager de siempre, el laborioso Carlos Bloom, eso me muestra un rasgo muy importante de su personalidad, ese no es un tema menor.

Algún día la historia le dará el lugar que se merece porque es más alto que el sitial donde está en este momento. Con todo respeto por los demás intérpretes vallenatos del momento: ¿Quién se le acerca?

¿En producción en escena? ¿En proyección internacional?

Cuando las hijas de uno, que son de la nueva generación, y la esposa de uno, que es de la anterior, en un viaje en nuestro carro me hacen repetir la canción «Recomenzar» de un compositor como Rafa Manjarrez, que es un juglar de mi época, entonces se concluye que el cantor ha logrado compenetrarse con un público de diversas generaciones. Eso es encomiable, así se escribe la historia…

Silvestre llena escenarios gigantescos en Estados Unidos, Europa y Latinoamérica no solo con público colombiano o latino. Sus giras por otros países demuestran el respeto que se ha ganado a pulso, sus colaboraciones musicales son con artistas top en el mundo. Sus colegas lo admiran y lo respetan.

Sus conciertos siempre están SOLD OUT.

Solo le pido a Dios Padre que lo ilumine, le de sabiduría en sus próximas decisiones y que no se le olvide que él trajo un don divino: CANTAR.

Queramos a Silvestre, como decía Diomedes, «Al amigo hay que quererlo, que cuidarlo y protegerlo»

JESÚS VIDES

¡ESTO ES JUGANDO AL FÚTBOL, SEÑORES!

Por JESÚS VIDES.

No pretendo comparar nuestro fútbol colombiano con el fútbol europeo donde juegan los mejores jugadores del mundo como Cristiano, Messi, Mbappé, etc.

Pero al ver hoy el partido P.S.G. vs REAL MADRID de la Uefa Champions League o cualquier otro, y ayer ver EQUIDAD vs DIM del Fútbol Profesional Colombiano o cualquier otro, lo que más inconformidad me produce es lo siguiente:

El jugador colombiano se volvió experto en fingir faltas. Los rozan y caen al suelo dando volteretas, llorando, quejándose y alzando la mano pidiendo ayuda con muecas de dolor, que uno se imagina que mínimo es una fractura y traen la camilla…

Uno alcanza a exclamar:

– ¡Pobrecito, fregaron a ese man!

2 minutos después, cuando consiguió el objetivo (3 minutos o más de tiempo), sobre todo si su equipo está sacando un buen resultado, entran a la cancha corriendo como si nada…

– Caramba yo pensé que le había fracturado 3 costillas como mínimo… Menos mal que no le pasó nada.

Somos los reyes de la simulación, de la marrullería, de la lloradera, de la quejadera, de la actuación, de tirarse al piso, de pedir camilla, ante la complicidad de los árbitros, que con la sola excepción, tal vez de Roldán, interrumpen el juego a diestra y siniestra.

Ya es una regla general que cuando necesitan quemar tiempo, el jugador que ya supo que lo van a cambiar, se tira al piso y pide camilla. Los asistentes médicos, por supuesto, lo revisan, lo untan, lo masajean, le rocían aerosol, el jugador bebe agua y luego piden el cambio que ya todos sabemos que se iba a dar porque el suplente ya estaba calentando minutos antes (ni los técnicos tienen vergüenza). El árbitro no puede hacer nada. El fútbol colombiano también es el fútbol donde más «calambres» ocurren, sobre todo para quemar tiempo.

Esto no sucede en Europa, donde el jugador que ha sido golpeado se para inmediatamente así sea con gestos de dolor. Rara vez entra una camilla y mucho menos para un cambio. También los árbitros no pitan cualquier roce como falta. He visto jugadores salir trotando al ser cambiados, aún con el resultado a su favor.

En Colombia ya es una regla que el juez tiene que acompañarlos a salir, incluso hasta llamarles la atención, porque en ese momento es cuando se les da por quitarse las canilleras, bajarse las medias, despedirse de sus compañeros (como si no se fueran a volver a ver), regresarse para saludar al arbitro, etc. Esto tampoco se ve en Europa.

Los jugadores colombianos cuando juegan en Europa se les quitan esas mañas. No se quedan revolcándose en el piso ni quemando tiempo por una sencilla razón: haces eso y te vas de una para el banco de suplentes en el siguiente partido.

Leí un artículo en días pasados y la Liga Colombiana es uno de los campeonatos donde ¡menos tiempo real se juega en el mundo! Qué pereza.

Y ni qué decir de nuestros arqueros, especialistas en demorar el trámite del partido, intocables, y si van ganando, ante cualquier toquecito, tienen que entrar médicos, fisioterapeutas, que con una ‘agüita mágica’ o un aerosol ‘bendito’ los recuperan al cabo por supuesto de los 3 o 4 minuticos que necesitan. Porque con el arquero en el piso es obligatorio parar el partido. ¿Por qué cuando cuando van perdiendo no sucede eso?

Se paran hasta cojeando.

Hoy vi a jugadores tanto del Real Madrid como del P.S.G., pararse rengueando y seguir jugando… ¿Por qué esta diferencia?

Me contaba un amigo que tiene una academia de fútbol infantil y juvenil que a los muchachos se les enseña desde temprano las mañas, tirarse al piso, comerse unos metros en los saques de banda, fingir golpes fuertes para lograr la tarjeta roja al rival, esconder la pelota, lograr penales falsos y un sinnúmero de vivezas que a la larga no es más que llevar al chico por el camino de la trampa y la falsedad.

Mientras eso no se deje de hacer, difícilmente estaremos en la élite mundial a pesar de tener grandes y brillantes jugadores. Es con transparencia señores. Miren el fútbol alemán y aprendamos.

Nuestro fútbol es lento, estático, interrumpido, perezoso y hasta que la Dimayor, la Difútbol y la Federación Colombiana de Fútbol no tomen cartas en el asunto nuestro fútbol permanecerá estancado, incluso irá en retroceso.

Solo con generaciones brillantes como la de 5×0 frente a Argentina en Buenos Aires, que ganando 1×0, 2×0… 5X0, nunca vimos al Pibe Valderrama, Rincón, Asprilla ni a ninguno de los demás jugadores tirarse al piso para ganar tiempo. Le ganamos a la encopetada Argentina en su propia casa, pero…

¡Eso fue jugando al fútbol, señores!

(Jesús Vides)

VICENTE FERNÁNDEZ, EL ÚLTIMO CHARRO DEL MUNDO.

Por JESÚS VIDES.

Es imposible no sentirse con una tristeza infinita con este doloroso adiós, porque el maravilloso Vicente estuvo presente en nuestro diario vivir, ha sido parte natural de nuestras vidas. Sus canciones están en nuestros corazones, en nuestras almas, en nuestros caminos, en nuestros pueblos, en nuestras celebraciones, en nuestros brindis, en su magia interpretativa, en la potencia de su voz, en sus innumerables películas.

Hablar de México, hablar de Rancheras, hablar de Cantinas, hablar de Tragos y Tequila sin mencionar a VICENTE FERNÁNDEZ es imposible, por lo menos para mí.

Es el último de los grandes cantantes en esa historia grandiosa del Cine y la Música mexicana que tanto nos ha influenciado en Latinoamérica a lo largo de nuestra existencia.

Gracias, don Vicente. «Chente» para sus amigos.

Tus canciones serán imperecederas, tu legado inmortal, tu voz eterna, porque lo grande es para siempre y ya estás en las gloriosas páginas de la música, el arte y la cultura del planeta por siempre y para siempre.

No dejaste morir los corridos, los sones, los huapangos, las rancheras y por supuesto tus caballos, tus ranchos, imagen del pueblo mexicano.

Tus discos son el símbolo de la convicción férrea en la defensa del patrimonio musical de tus orígenes, de tu tierra, del folclor campesino, de tu esencia, del Mariachi. Nunca cediste y le demostraste al mundo y a las nuevas generaciones que la tradición y el respeto por el folclor es un camino válido para alcanzar el éxito y realizar los sueños. Llegaste a lo más alto de la cima, al primer lugar, sin necesidad de caer en la moda del momento ni el chantaje del mercado.

Porque las piedras en el camino te enseñaron a rodar y rodar, y la mujeres divinas te estarán agradecidas por la eternidad, porque muchos grabamos nuestros nombres junto a los de nuestras novias en las cortezas de árboles dentro de corazones ilusionados como una prueba ante la ley del monte, así que qué de raro tiene que nos hayamos muerto de amor a cada rato, esto te lo digo acá entre nos…

Siempre firme, siempre el mejor, siempre el más grande.

Todos los Mariachis del mundo entonan tus canciones, te imitan, te emulan, quieren sonar como tú. Es tu impronta, tu huella, tu marca. Y como lo dijo otro inmortal como tú, el gran JOSÉ ALFREDO JIMÉNEZ: «Pero sigo siendo el Rey». Eres El Rey.

¡Buen viaje, mi respetado, admirado y muy querido Charro de México!

¡SALUD!

(Jesús Vides)

LA PATRIA BOBA 2021

LA PATRIA BOBA 2021

Por: JESÚS VIDES

«Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro». Esas fueron las últimas palabras del Libertador Simón Bolívar minutos antes de su muerte en una reflexión tardía porque el país estaba dividido en dos bandos debido a su enfrentamiento con el general Francisco de Paula Santander. Se dice que esas dos facciones fueron la semilla de los partidos Conservador y Liberal. Tal vez Bolívar tuvo sentimientos de culpa, pero hay que decir a su favor que esa división ideológica del país se había iniciado casi veinte años atrás cuando los Centralistas, encabezados por Antonio Nariño, se enfrentaron a los Federalistas de Camilo Torres, en una guerra fratricida que causó cientos de miles de muertos, en un periodo que fue llamado la Patria Boba, debido a que mientras nos matábamos entre hermanos, España llevó a cabo la sangrienta Reconquista encabezada por Pablo Morillo. Posteriormente nos volvió a independizar de manera definitiva Simón Bolívar.

Cuenta la historia que Hitler una vez creado su partido Nacional Socialista (Nazi) y ya contando con millones de seguidores le dijo a Goebbels:

—Hay que uniformarlos, dales una gorra o un kepis que a la gente le gusta ponerse algo en la cabeza, así se sienten más importantes, sueñan ser parte de algo, de una élite. Eso lo aprendí de Mussolini que vistió a sus seguidores de negro y todos en Italia querían pertenecer a las Camisas Negras. Vamos a darles también banderines, al pueblo le gusta ondear su bandera.

No sé si el líder alemán tuvo razón, pero eso le dio resultado pues se convirtió en unos de los líderes más carismáticos de la historia. La gente sentía un delirio enfermizo por él. Lamentablemente lo utilizó para el mal y terminó mal.

En Colombia parece que nada ha cambiado desde la primera semilla de la división.

Hace un tiempo tuve la oportunidad de ir a mi pueblo, La Jagua de Ibirico (Cesar) que se encontraba en plena campaña política por la Alcaldía Municipal y en mi acostumbrado recorrido familiar visité a un primo que me recibió eufórico vestido con camiseta y cachucha roja y me dijo:

—¡Yo soy Didierista, soy del León!

—¡Qué buenooo, felicitaciones! —Contesté.

Me abrazó con una alegría fraterna y orgulloso de su indumentaria. Después de departir un rato seguí mi recorrido familiar y me recibe con los brazos abiertos una prima con gorra y camiseta verde y al abrazarme gritó:

—¡Yo soy Ovelista, hasta la cacha!

—¡Qué buenooo, felicitaciones! —Volví a contestar.

Al salir de allí una de mis hermanas casi me regañó:

—¡¿Oye, tú a que juegas, de que bando eres, le pelaste el diente a ambas partes, defínete, tú allá en Bogotá de quién eres?!

—Bueno… —Le respondí dudoso, pero me interrumpió.

—¡Fartooo, tú lo que eres es un blandengue! —Me gritó.

Poco después vi en las redes las diferentes manifestaciones con lleno total, una marea roja por aquí, una marea verde por allá, todos forrados de pies a cabeza, con sus banderitas exclusivas, con los colores de su movimiento. Se veían felices. Pero me surgía una inquietud: ¿Por qué la prima y el primo no se hablaban?

Un día cualquiera acá en la fría Bogotá, muy de madrugada, estacioné a la salida de mi conjunto en el puesto de tinto y empanadas de la eterna doña Rosita. Estaba refunfuñando y hablando malhumorada. Le pregunté:

—¿Por qué tan enojada, doña Rosita?

—Estoy mamada de las peleas de mis hermanos, ¡son unos imbéciles!

»Mi hermano Gonzalo es médico, especializado en no sé qué cosa y otra cosa, más otras cosas rimbombantes y es dizque Uribista. Mi otro hermano Santiago es abogado, también con especializaciones y títulos de toda clase que ni siquiera sé pronunciar, es dizque Petrista. La que se quedó bruta por bruta fui yo. No quise estudiar por casarme muy joven, nunca escuché a mis papás. Sin embargo, creo que soy más inteligente que ese par de burros, que tienen dividida a la familia por sus jodas políticas.

—Caramba vecina… Conozco a sus hermanos, los doctores son buenas personas —Acoté.

—¡Estos “Inteligentes” no se hablan, no dejan que sus hijos se comuniquen entre sí, mis cuñadas les siguen el juego, la única forma para reunir a la familia es que como yo soy la hermana mayor los cito en mi casa en los cumpleaños, primeras comuniones y no se pueden negar a ir, porque me yo si me hago respetar! Llegan sin hablarse, pero al cabo de un tiempo empiezan a tirarse indirectazos. Que Uribe esto, más esto y más aquello. Que Petro lo otro, más lo otro y aquello otro. Van subiendo el tono de voz y empiezan a ofenderse. Yo los escucho en la cocina preparando el almuerzo, diciéndole a mis hijas: ¡Espero que sus títulos universitarios no las embrutezcan como a sus tíos!

—Vecina, tal vez es que esos dirigentes son muy extremistas y por eso tienen polarizado al país —Traté de tranquilizarla.

—¡Qué polarizado ni que ocho cuartos, toda la vida se la han pasado en eso! Antes uno era Conservador y el otro Liberal, después uno Pastranista y el otro Samperista, de Serpa de Nohemi Sanín, de No sé quiencito y de No sé quienzote. ¡Eso no es ni por Uribe ni por Petro, es que los colombianos nos venimos matando hace siglos y eso empieza en la familia! ¡Lo único que sé es que sin importar quién es el político de turno en el poder, a mí siempre me toca levantarme a las cuatro de la mañana a hacer las empanadas y preparar el tinto, durante casi cuarenta años y venir a esta esquina religiosamente! Lo mismo Manuel, mi marido, sale todos los días para su taller. ¡Voy a cumplir sesenta años, mis hijas pudieron comer y estudiar gracias a nuestro trabajo! ¿Por qué tengo yo que enemistarme con mi familia, mis amigos y vecinos por unos políticos que ni siquiera conozco? ¡Estoy cansada de los “istas” y de los “ismos”!

—Bueno vecina creo que usted tiene razón… —Me despedí.

Días más tarde intenté comprar unas boletas para el partido de fútbol Millonarios vs Junior en el estadio El Campín. Al llegar a la ventanilla había un letrero grande que decía:

«NO ESTÁ PERMITIDO EL INGRESO A LA HINCHADA VISITANTE»

—Usted tiene pinta de costeño, parece hincha del Junior. No le puedo vender boletas —Me dijo la dependiente.

—Que tristeza no poder ir a disfrutar el fútbol en paz —Le contesté desanimado.

—Si. Esta decisión la tomó la alcaldía, porque hace algunos días, unos hinchas del Nacional casi matan a unos del Santa Fe. Fue un enfrentamiento entre verdes y rojos. Lo siento.

Camino a casa recordé que hace unos años mi hija Lorena por ese entonces con catorce añitos era fanática de Justin Bieber y me pidió de regalo ir al concierto de dicho cantante en ese mismo estadio, me tocó comprarle dos boletas carísimas para ella y su hermana Luisa que hizo de acompañante. Las boletas se agotaron en quince minutos, entraron casi cien mil personas y las niñas iban vestidas de color morado, el color preferido del artista. Me exigió gorra, chaqueta, camiseta, jean y tenis que traían los logos y la figura de Justin Bieber. Se hacían llamar las “Beliebers” y se detestaban con las “Directioners” fanáticas del grupo rival One Direction. Visualicé el parque de la Leyenda Vallenata de Valledupar vestido de rojo de pies a cabeza por una tribu llamada “Silvestrista” y días después el mismo parque con una ola amarilla colmado hasta las banderas por la congregación de los “Martinistas” unos pertenecientes al llamado “Silvestrismo” del cantante Silvestre Dangond y los otros al “Martinismo” del Gran Martín Elías. Se repelían a morir. También recordé que como miembro de la orquesta de Galy Galiano después de una presentación en la Feria de Cali pude ver el terrible enfrentamiento entre los seguidores del Grupo Niche y los de la Orquesta Guayacán, las bandas de salsa más representativas del país. Estaban en tarimas separadas y escuchaba como incendiaban a sus seguidores. Si por aquí llueve, por allá no escampa. La división está por todo lado, en cada rincón. Vaya, en mi juventud viví en un lugar en donde mi compadre Saúl Martínez era “Diomedista”, Ato Paba era “Binomista”, Alberto Oyaga era “Oñatista”, otro era “Zuletista”, etc. Yo deambulé por todos los bandos y terminé siendo un acérrimo “Diomedista”, organizando una fiesta en mi casa cada vez que salía un disco nuevo de Diomedes Díaz y en dichas parrandas solo se escuchaba música del Cacique de La Junta, y al que quería escuchar otra cosa lo invitaba a salir de mi casa. Para corroborar ese sentimiento veo que el compositor Omar Geles acaba de estrenar una canción que dice:

«Y al que no le guste Diomedes, de aquí se me va. ¡Pa´fuera!».

Tengo cuatro camisetas del Junior lo que me convierte en “Juniorista”, así que no puedo salir a la calle con ellas porque como están las cosas puedo ser un blanco fácil de alguna barra brava con otros colores.

¿A qué punto hemos llegado? Los Uribistas contra los Petristas y viceversa, los verdes del Nacional contra los azules de Millonarios y viceversa, los Derechistas, Izquierdistas, Liberalismo, Conservatismo, Comunistas, Capitalistas, Socialistas, Catolicismo, Cristianismo, Budistas, Islamistas, Evangelistas, parece que en Colombia la mayoría somos “istas” consciente o inconscientemente, porque pertenecemos algún “ismo”, consciente o inconscientemente. Cualquier obra, gestión o pronunciamiento que haga el “bando contrario”, sea la que sea, es mala y punto.

Doña Rosita me dio una lección, aquí no valen los títulos universitarios, ni los años, ni nada. Aquí se necesita es desarmar los espíritus, tranquilizar nuestras almas, pacificar nuestra mente, frenar nuestra lengua, respeto y tolerancia por los gustos, géneros, convicciones e ideologías de nuestro familiares, amigos, vecinos y desconocidos. Aceptación, compresión y no caer en la terrible frase «El que no está conmigo, está contra mí».

Respeto, Respeto, Respeto. Tolerancia, Tolerancia, Tolerancia. Enseñemos eso a nuestros hijos… o vamos a necesitar de un nuevo Libertador que venga a Liberarnos de nosotros mismos.

JESÚS VIDES.

Noviembre 5 de 2021

EL FALSO GALY GALIANO

EL FALSO GALY GALIANO

Por JESÚS VIDES

Las primeras giras de Galy Galiano las hicimos a mediados de los años 80, con nuestros propios recursos. Durante casi cinco años recorrimos prácticamente todo el país, desde La Guajira hasta el Putumayo. Las aventuras de estos dos jóvenes, y otros que entraban y salían del grupo, darían para escribir un libro, sucedían cosas extraordinarias como la que nos pasó en Málaga, Santander.

Este bello municipio empotrado en las más hermosas montañas de Colombia, fue escogido por nosotros para organizar un concierto. Casi siempre ante la escases de coliseos por esa época los sitios adecuados eran los teatrinos de los colegios de monjas. Fuimos al colegio Nuestra Señora del Rosario a la hora de descanso y a pesar de que Galy estaba en los inicios de su carrera, las estudiantes lo reconocieron y se formó un zambapalo en el patio interior tan tremendo que tocaron el timbre para llamar al orden, eso ocasionó que saliera la Madre Superiora, una alta, delgada y adusta religiosa que nos miró con extrema desconfianza.

  • ¿Qué está pasando aquí? ¿Quiénes son ustedes? -Gritó la directora.
  • Yo soy cantante, me llamo Galy Galiano, queremos hacer una presentación aquí en Málaga, en el teatro del colegio, este es mi disco.
  • Nosotras no escuchamos música, así que no conozco muchos cantantes y mucho menos los nuevos. ¡Salgan de mi colegio! -Respondió con furia la monja.
  • Madre, escúchenos, al colegio le servirían esos recursos, sin invertir un solo peso se ganarían el 10% del valor de las entradas -Intervine yo
  • ¡El 20 % y los atiendo en mi oficina!

Aceptamos las condiciones y en los siguientes días empezamos con nuestro propio perifoneo, afiches, volantes, carteles y cuñas radiales en la pequeña emisora, inundamos rápidamente el pueblo con propaganda: ¡GALY GALIANO POR PRIMERA VEZ EN MÁLAGA, SANTANDER! ¡PRÓXIMO SÁBADO!

Hubo una conmoción en la ciudadanía, puesto que por esa época casi ningún artista iba a los municipios pequeños, los alcaldes no patrocinaban las fiestas, por lo tanto era muy difícil contratar cantantes famosos. Nos pusimos felices porque el pueblo parecía de fiesta ante el evento, todo presagiaba un éxito rotundo. Estábamos hospedados en un pequeño hotel donde manteníamos a Galy semiescondido para mostrarlo uno o dos días antes del concierto, la boletería se empezó a vender como pan caliente, en todas las esquinas se hablaba de un espectáculo que pocas veces antes se había visto. Lo repito: los famosos solo iban a las capitales y a una que otra ciudad intermedia.

Algo extraño empezó a ocurrir el día jueves. Se empezaron a asomar curiosos en el lobby del hotel, fisgoneando, algunos con discos en las manos, reparando la fotografía, como averiguando algo, con miradas inquisidoras y gestos de desaprobación. No entendíamos que pasaba, hasta que escuché a un parroquiano gritar:

  • ¡Ese es un falso Galy Galiano, un émulo, ¿ustedes creen que un artista tan importante va a venir a un pueblo tan apartado como este?, nos van a estafar!
  • ¡Llamemos a la policía! -Vociferó una señora.
  • ¡Nos quieren robar, que me devuelvan la plata! -Gritó un muchacho con una piedra en la mano.

El tumulto empezó a crecer de manera tan desbordada que el vigilante del hotel no tuvo más remedio que cerrar la puerta, pero a través del vidrio se podían ver los deseos de linchamiento de algunos, vi a alguien blandir un bate de béisbol, otro una varilla. La cosa se puso negra. Estábamos asustados, éramos muy jóvenes y nunca habíamos vivido una situación semejante. No sabíamos que hacer. Era un problema grave. Pensé en mi papá, si él estuviera aquí solucionaría este problemón, él solucionaba todo. Una época en que solo había dos canales de televisión que emitían unas horas al día, con muy pocos programas musicales, la gente no tenía forma de conocer bien a los artistas, solo por medio de las carátulas de los discos, de remate el primer disco de Galy no salió con una fotografía clara, sino una especie de pintura, en el segundo su foto tampoco era muy buena.

El administrador del hotel estaba muy preocupado y nos explicó que por cuestiones de presupuesto en el pasado siempre llevaban imitadores de cantantes, émulos, dobles, casi nunca a los verdaderos, pero que esta vez nosotros estábamos ofreciendo a un cantante original y la gente no nos creía.

  • ¿Usted si es Galy Galiano? La gente aquí es jodida, estamos en Santander. Esto puede terminar muy mal. Creo que debo llamar a la policía.
  • Lo que usted diga -Balbuceó un pálido y nervioso Galy.

Veinte minutos más tarde llegó una pequeña patrulla con tres policías.

  • ¡¿Dónde está el supuesto artista? Debe acompañarnos a la estación, es una orden de nuestro comandante!

Quedamos estupefactos y más nerviosos, no sabíamos si nos iban a proteger o nos iban a detener, estábamos en un lejano pueblo, en unas lejanas montañas de Colombia, lejos de la familia, lejos de los amigos, lejos de todo y de todos, en una época en que no había celulares ni internet y no había manera de comunicarnos con nadie. Allí no conocíamos a nadie.

Salimos en medio de la multitud, que nos gritaba improperios y amenazas de todo tipo.

  • ¡Falso Galy Galiano!
  • ¡Estafadores! ¡Bandidos!
  • ¡Nosotros no somos bobos, Galy Galiano es mexicano!
  • ¡Yo conozco al verdadero Galy; ese es un émulo, el verdadero es más alto!
  • ¡Galy Galiano es más moreno, este es muy blanco!
  • ¡Ladrones!

En medio de la incertidumbre agradecimos que la policía nos llevara escoltados, creo que preferíamos estar presos, porque estaríamos a salvo, ya que el pueblo estaba enardecido. Salimos en medio de insultos, golpes, empellones y empujones hacia el cuartel, seguidos por la multitud.

Nos recibió un teniente, bravo, flaco, de corte pulido, que con voz de megáfono, nos dijo:

  • ¡Usted tiene que demostrar que es el tal Galy Galiano!
  • Claro… comandante. -Susurró Galy, con voz casi inaudible por el terror.

Seguidamente buscó su cédula de ciudadanía y se la mostró al oficial.

  • ¡Aquí dice Carmelo Galiano Cotes! ¡Usted no es Galy Galiano! ¡Enciérrenlo!

Parecía que nos hubieran dado una bofetada, nos cayó un balde agua fría, claro, no habíamos caído en cuenta de que Galy Galiano es un nombre artístico como el que utilizan muchos cantantes, su verdadero nombre es Carmelo. ¿Cómo hacerle entender al férreo jefe de policía semejante asunto?

  • ¡Mínimo se me queda encerrado 72 horas, por suplantación, más tarde salgo para Bucaramanga y regreso el lunes en la mañana, así que no hay más nada que hablar! ¡Asunto concluido!

Saqué el disco más reciente de Galy y se lo mostré al comandante. Él lo miró detenidamente y dijo:

  • ¡Un diablo se parece a otro diablo! ¡Esta no es ninguna prueba contundente que acredite la identidad del sujeto!

En un último intento desesperado le propusimos al iracundo teniente la idea de que Galy le cantara algunas canciones y de esta manera se pudiera comprobar que era el verdadero y real cantante.

  • ¡Cante a ver pues! -Rio el comandante, acomodándose en su sillón.
  • “La vi por última vez aquella tarde….”, “No creo en tu amor, no creo en tus caricias…”, “A donde vayas yo te pido me recuerdes….” -Cantó Galy y pareció gustarle al policía.
  • Jefe, tenga cuidado que los dobles e imitadores cantan igualito, así que creo que este es más falso que una moneda de cuero -Aconsejó el subcomandante, un policía bajito y barrigón de apellido Cipagauta.
  • ¡No se diga más, encarcele al individuo! ¡Esto lo solucionaremos a mi regreso, la próxima semana! ¡Creo que de pronto el lunes lo meta preso a usted también por cómplice, ya veremos! -Me señaló con la boca el oficial.

Al ver como se llevaban a Galy para el calabozo, sentí que nos llegaba el fin del mundo, a pesar de que era una presentación con pistas la boletería estaba vendida en su totalidad, pero ya había gente pidiendo la devolución de su dinero, le debíamos al hotel, a la emisora, a algunos colaboradores que nos habían fiado carteles, pasacalles, volantes, etc. Un callejón sin salida puesto que ante la inminente partida del comandante, Galy no se podría presentar el día sábado. Vislumbrábamos una catástrofe total. Teníamos la soga al cuello.

¿Qué haríamos? ¿Cómo solucionaríamos semejante lío? No tenía la menor idea, me fui a un rincón del patio, a orar, pidiéndole a nuestro Dios Padre Celestial que nos ayudara, recé todos los rezos, cientos de Padres Nuestros, cientos de Dios te salve María llena eres de gracia, cientos de Ave Marías, de Yo Pecador me confieso, inventaba nuevos rezos, lamenté no haberle hecho caso a mi mamá cuando me decía que me aprendiera las oraciones, no me las sabía bien y las trastocaba, pero tenía fe que al Señor del cielo no le importaría que no me las supiera al pie de la letra, así que oraba y oraba con lágrimas en los ojos por el miedo y la impotencia, ante la mirada impasible de los policías que me aconsejaron no salir hasta que la muchedumbre se fuera dispersando.

Más o menos una hora después, Galy con las manos en los barrotes de la celda y con voz temblorosa me dijo:

  • Jesu, Jesu, habla con la Madre Superiora, creo que ella nos puede ayudar.

Salí disparado en compañía de un policía rumbo al colegio con la esperanza depositada en la religiosa.

  • ¡Usted  está  jugando con el prestigio del colegio, aquí me aconsejan que cancele el espectáculo porque nos podrían demandar! ¡Yo no conozco a ningún artista, así que no cuente conmigo! ¡Salga inmediatamente! -Fue la respuesta tajante de la directora.

Se me nublaron los sentidos, me dio dolor de estómago, el vómito era inminente, mi vejiga estaba a punto de reventar por el pánico, me sentí cómo el náufrago que ya no le quedan fuerzas y no tiene salvavidas. Todo estaba perdido. Teníamos que devolver todo el dinero, que todavía no estaba en nuestras manos sino en las dos tiendas de discos del pueblo que era donde se vendía la boletería y había una gran preocupación por las amenazas. No teníamos un peso. Estábamos en medio de la nada. Me sentí en el fin del mundo.

A punto de salir de la rectoría, me iluminé y me devolví hacía la severa rectora y le supliqué:

  • Madre ya la totalidad de las boletas estan vendidas. ¿Qué le parece el 30%?
  • ¡El 40! ¡Y ya mismo voy a hablar con el comandante! -Contestó sonriente la monja.

Volví a llorar, pero esta vez de alegría, sentí unos deseos inmensos de arrodillarme a los pies de la directora, pero no hubo tiempo y salimos casi trotando para el puesto de policía.

En el portón de la estación ya iba saliendo la camioneta del teniente, que se detuvo al ver llegar a la Madre Superiora, con una afable sonrisa y con otro tipo de voz, la saludó:

  • Reverendísima, qué agradable sorpresa. ¿A qué se debe el honor?

Entramos al despacho en medio de la amabilidad de los policías, la Madre se dirigió con seguridad al comandante:

  • Mira Juan David, si mis niñas se alborotaron por ese muchacho es porque si es Galy Galiano, ni tú ni yo sabemos de eso, pero ellas si saben, no creo que se me haya paralizado el colegio por la llegada de cualquier pelagato. Nunca mi colegio había estado tan alegre como ahora, así que déjate de impertinencias y deja libre a ese joven. ¡Yo respondo! ¡Te doy mi palabra!
  • ¡Usted manda mi Generala! ¡A ver González, ya oyó, suelte a Galiano! ¡Muévase, Arrr!
  • ¡Como ordene mi teniente! –Corrió González.

Saltamos de la alegría, le besamos las manos a la hermana religiosa, abrazamos a los policías, el teniente nos pidió un cassette para ir escuchando en el camino. Ya una nueva multitud con las estudiantes del colegio estaban en la calle gritando, “¡GALY, GALY, GALY!”

La presentación fue todo un éxito, se quedó gente por fuera, una locura total, el colegio recibió unos buenos y merecidos ingresos, el pueblo quedó agradecido por la visita del artista y nosotros partimos para más nunca volver.

Jesús Vides